El océano del liderazgo
Ante la inmensidad del universo la pequeñez física de cada persona. Basta mirar el
mar y su lejano horizonte para comprender que uno es diminuto. El océano tiene una
extensión que escapa a nuestros ojos. Su tamaño es gigante. El ser humano también
es enorme aunque ante la naturaleza asuma su condición desigual. Su tamaño puede
medirse en obras y ahí aparece su profunda calidad. El hombre supera cualquier
obstáculo que quiera limitarlo. Es su pensamiento el que puede crear límites de gran
influencia en su existir. También su excesivo ego se presenta como un aliado de las
limitaciones. Es que mientras más se encierra en sí mismo, más insignificante es. Las
personas tienen excepcionales características, todos poseen cualidades
inigualables, ¿cómo las utilizan?, ¿cómo las aprovechan?, ¿cómo las comparten?
La movilidad de las olas del mar hace que cada una de ellas tenga su impetuosidad; a
su manera el ser humano se mueve y en cada movimiento puede ser monumental. La
eternidad presente en la fluidez del agua de mar sirve para comprender que
siempre estuvo y estará, mientras que los hombres pasarán y en cada tiempo tendrá
diferentes testigos que la admirarán. En ese paso existencial se encuentra la gran
posibilidad de desarrollar las inigualables virtudes que tiene cada uno. En el
conocimiento de uno mismo está la raíz que siembra cualquier potencialidad. Uno
tiene que estar dispuesto a comprender que así como cada día la marea se muestra
diferente así en cada amanecer el interior del ser humano vive un tiempo especial.
En todo ser humano hay una corriente maravillosa de vida. Un bebé, una niña, un
adolescente, una joven, un adulto, una anciana, ellos pueden ser nosotros. En un
tiempo hemos vivido o viviremos cada época de la vida. En todos los tiempos el
amanecer interior vivirá sus ciclos de evolución. El despertar llega, siempre. Hay
que atreverse a decidir vivir dispuestos a aprender que la temporalidad existencial
es una gran oportunidad para construir en la humanidad.
El conocimiento ilumina al pensamiento. Conocer para crecer. Al aprender se
descubre una nueva mirada sobre lo que quizás no se conocía o se aumenta la visión
de la que se tenía. Es el conocimiento el que mueve al pensamiento. En las personas
el conocimiento adquirido se transforma en el océano que pueden disfrutar. Es tan
grande el océano del conocimiento que no hay límites que lo puedan demarcar. ¡Ahí
está la inmensidad del ser humano! Puede desarrollarse y vivir en constante
crecimiento. En su interacción con los otros se posibilita mezclar el agua de cada
marea. La vivencia cotidiana fluye como el mar.
Hay océanos que son visibles a los ojos. Las escuelas son océanos que hay que
cuidar. Donde hay una escuela hay un océano de líderes. Es que las escuelas son
océanos de liderazgo. Todos los sectores de la sociedad están formados por
hombres y mujeres que han pasado por la escuela. ¿Qué mareas escolares se
desplazan en el presente social? ¿qué prioridad se le da a la educación de las niñas
y niños?
Hay océanos que son visibles a los ojos. Las escuelas son océanos que hay que
admirar. Si los niños y las niñas se cultivan, se desarrolla el liderazgo. El presente
de la educación es el presente que tenemos como sociedad. Hoy la marea está
brava, reclama mayor participación de todos los ciudadanos, cada cual aportando lo
que pueda y desde donde pueda. Y más, se necesita más de todos. Quizás, por no
sentenciar, sea el tiempo de replantear en qué océano queremos vivir. La inmensidad
de este tiempo está representada en la inmensidad de las personas que lo viven.